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El análisis de la conducta clínica ha intentado ser tan consistente con la tradición operante cómo es posible. Por tanto, es importante destacar y tener en cuenta algunos principios y supuestos que son comunes tanto para los analistas de conducta como a los analistas de conducta clínica, y que a continuación se desarrollamos La unidad de análisis distintiva del análisis clínico del comportamiento es el enfoque del acto en el contexto. En otras palabras, el análisis clínico de la conducta asume que una conducta no puede entenderse completamente a menos que se comprendan las condiciones bajo las cuales ocurre la conducta (los estímulos discriminativos, SD), la respuesta conductual en sí misma (R) y las contingencias de reforzamiento (SR) que afectan la tasa del comportamiento. Esta es la contingencia tradicional de tres términos, que puede complementarse con la introducción de Michael (1993) de las operaciones de establecimiento (EO) que cambian las propiedades reforzantes del reforzador.

El punto principal es que el comportamiento solo puede entenderse en el contexto de las condiciones que lo proceden y lo siguen. Lo cual significa que, cuando la conducta afecta el medio ambiente de tal manera que sus consecuencias se refuerzan, estamos hablando de una conducta “operante”. Por tanto, el análisis clínico del comportamiento, reconoce que el contexto es fundamental para comprender la propia conducta.

Otra noción clave en el análisis del comportamiento clínico son las clases de estímulo y respuesta. Existen múltiples condiciones de estímulo que pueden ocasionar la misma respuesta. Cuando este es el caso, esas condiciones se denominan clase de estímulo. En algunos casos, la formación de una clase de estímulo puede explicarse en términos de generalización de estímulos en la que los nuevos estímulos comparten las propiedades formales del estímulo original y, por tanto, provocan la misma respuesta. Sin embargo, los organismos verbales (los humanos) pueden derivar clases de estímulos a través de estímulos que son mucho más complejos y no comparten propiedades físicas formales. Sidman (1994) nos proporciona una descripción de este fenómeno, aunque no ofrece una explicación de cómo surge. Por otra parte, es importante apreciar que diferentes estímulos pueden dar lugar a un mismo comportamiento. Y de manera similar, comportamientos o respuestas muy diferentes pueden tener la misma función, cuando ese es el caso, los comportamientos forman una clase de respuesta.

Otra contribución importante del análisis de la conducta clínica ha impactado en los fenómenos clínicos y en la misma conceptualización de caso, en dónde se ha buscado despatologizar las conductas problemáticas al hacer énfasis en la construcción de repertorios conductuales efectivos a partir de conductas existentes (Goldiamond, 1974, 1975; Hawkins, 1986). Por tanto, cuando un consultante se presenta al consultorio para recibir tratamiento, el analista de comportamiento clínico tiene dos tareas iniciales:

Primero determinar los objetivos del consultante, incluyendo los objetivos proximales y distales para el cambio de comportamiento (los objetivos distales estarán determinados por lo que valora el consultante). Después, el analista de comportamiento, tendrá que determinar cómo producir el cambio de comportamiento requerido, utilizando el análisis funcional para lograr dicho objetivo. Durante este análisis funcional el clínico manipula las posibles variables de control (estímulos antecedentes y consecuentes) de los comportamientos objetivo y observa si se producen cambios. En este sentido, la conceptualización de caso resulta de completar estas tareas.

Además, a medida que surge la quinta versión del Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM-5) (Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2013), nos da la oportunidad de distinguir el análisis del comportamiento clínico en gran parte de la psicología clínica al extender el papel del análisis funcional idiográfico. Produciendo mejores resultados para las personas que buscan un cambio de comportamiento al identificar y aplicar principios conductuales (Follette, Naugle y Linnerooth, 2000). Haciendo énfasis en los siguientes dos puntos que ya hemos mencionado:

  1. Identificación de objetivos. Por lo general, los consultantes se presentan a terapia cuando experimentan angustia o algo interfiere con sus capacidades para desempeñar sus funciones elegidas (como la pareja, la familia, el trabajo, etc.). Estas preocupaciones iniciales que se presentan no se ignoran, sino que se entienden como objetivos próximos para el cambio. En relación con esto, el análisis del comportamiento clínico contemporáneo ha enfatizado cada vez más la identificación y construcción de repertorios conductuales dirigidos hacia las metas distales enfocadas en los valores del consultante. El análisis del comportamiento clínico enmarca los valores en términos de mejorar la calidad del entorno en el que todos funcionamos y por ende aspira a aplicar sus principios de la conducta al servicio de la mejora de la condición humana (cf. Biglan y Hinds, 2009; Bonow y Follette, 2009; Leigland, 2005; Plumb, Stewart, Dahl y Lundgren, 2009). Finalmente, la utilidad de centrar los objetivos distales en los valores del consultante, le permite ver más allá de la mejora de los síntomas angustiantes, así como generar criterios para evaluar sus propias elecciones de comportamiento al preguntarse: “¿Esto es coherente con mis valores?”.
  2. Análisis funcional. En el análisis funcional tradicional, el comportamiento de un individuo se considera dentro del contexto del entorno y su historia actual. El primer paso es la recopilación de los datos sobre las posibles relaciones funcionales mediante la entrevista y observación, para después formar hipótesis sobre las posibles variables de control y desarrollar planes de tratamiento posteriores para cambiar los comportamientos de interés para un cliente en particular. El último paso en el análisis inicial es manipular las variables hipotetizadas relevantes y evaluar si alteran el problema clínico. Por tanto, es importante mencionar que, la observación de cambios clínicamente significativos es el sello definitivo de un enfoque idiográfico del cambio de comportamiento.

Referencia:

American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5th ed.). Washington, DC: American Psychiatric Association
Biglan, A., & Hinds, E. (2009). Evolving prosocial and sustainable neighborhoods and communities. Annual Review of Clinical Psychology, 5, 16
Bonow, J. T., & Follette, W. C. (2009). Beyond values clarification: Addressing client values in clinical behavior analysis. Behavior Analyst, 32, 69–84.
Follette, W. C., & Darrow, S. M. (2010). The function and topography of behavior: Things aren’t always as they seem. European Psychotherapy, 9, 81–92
Follette W. C. & Darrow, S. M. (2014). Clinical Behavior Analysis. En E.S. Murphy & F.K.
McSweenwe (Eds.), The Wiley Blackwell Handbook of Operant and Classical Conditioning. Wiley Blackwell.
Goldiamond, I. (1974). Toward a constructional approach to social problems: Ethical and constitutional issues raised by applied behavior analysis. Behaviorism, 2, 1–84.
Goldiamond, I. (1975). Insider-outsider problems: A constructional approach.
Rehabilitation Psychology, 22, 103–116
Hawkins, R. P. (1986). Selection of target behaviors. In R. O. Nelson & S. C. Hayes (Eds.), Conceptual foundations of behavioral assessment (pp. 331–385). New York: Guilford.
Leigland, S. (2005). Variables of which values are a function. The Behavior Analyst, 28, 133–142.
Michael, J. (1993). Establishing operations. Behavior Analyst, 16, 191–206.
Plumb, J., Stewart, I., Dahl, J., & Lundgren, T. (2009). In search of meaning: Values in modern clinical behavior analysis. Behavior Analyst, 32, 85–103.
Sidman, M. (1994). Stimulus equivalence: A research story. Boston: Authors Cooperative.